Al principio, todo era Filosofía. Los filósofos se ocupaban de todo: la Física, las Matemáticas, la Sociedad, la Naturaleza… y con frecuencia también eran literatos o poetas. Pero ya en el siglo XVIII son escasos los sabios que son hombres de Ciencias y de Letras al mismo tiempo. Y en el siglo XIX el divorcio entre Ciencias Naturales y Ciencias Sociales es definitivo. Dentro de estas últimas, sin embargo, sobreviven aún autores enciclopédicos, generalistas que abarcan lo económico, lo sociológico, lo antropológico, lo psicológico… En el XX incluso esto se habrá acabado. En adelante, ya no existirá el sabio sino tan sólo el experto.
No cabe duda de lo que ha supuesto todo ello para el expansión cuantitativa del cuerpo del conocimiento. Pero al mismo tiempo se ha perdido perspectiva, riqueza y también comprensión. Porque la comprensión de las cosas es la capacidad de relacionarlas, de entenderlas en relación con el mundo (social y natural) en el que vivimos. Una cuestión de tener perspectiva.
Ya será muy difícil encontrar un físico poeta. O un biólogo que entienda las dinámicas sociales. Pocos historiadores se interesarán por la Historia Natural. Y, dentro de las Ciencias Sociales, antropólogos, politólogos, sociólogos, economistas y psicólogos sociales librarán una absurda, mezquina y contraproducente lucha por el territorio disciplinar.
Los científicos son con demasiada frecuencia tecnócratas sin conciencia ni interés por su lugar dentro del espacio social. A veces, auténticos mercenarios sin escrúpulos y sin valores. Los humanistas y los letrados se convierten en ideólogos profesionales a sueldo de partidos, medios de comunicación, sindicatos y, sobre todo, del capital (que es, al final, quien paga la ronda, aunque otros la administren).
Ello significa además que la compartimentación del saber llevada al extremo no solamente hace daño al sujeto en sí (limitando sus horizontes y condenándolo a preguntarse tan sólo por una ínfima parcela de la realidad), sino que también perjudica a todos los demás, generando un tropel de tecnócratas e ideólogos que, con el argumento de su exclusiva pericia, conforman reservas de saber en las que nadie más puede entrar. Algo parecido a como antaño se debían aceptar las opiniones de los curas porque eran los únicos que sabían leer y eran versados en las Sagradas Escrituras.
La nefasta división del trabajo I
La nefasta división del trabajo II: trabajadores manuales y trabajadores intelectuales
La nefasta división del trabajo III: tareas productivas y tareas reproductivas
La nefasta división del trabajo V: los argumentos a favor de la división del trabajo
1 comentario:
Pues aqui creo que solo te doy la razón a medias, ya que creo que la especializacion es tan necesaria como imposible el no hacerlo.
Como tu bien has dado a entender, por lo menos a mi, la especializacion ha llevado a la aceleracion en el avance, por ejemplo, de la ciencia, en los ultimos 30 años, se ha avanzado mas que en toda la historia en conjunto.
la imposibilidad de la sabiduria suprema....... creo que es imposible, al nivel que estamos, saber todo sobre todo, ni siquiera sobre.... pongamos 10 areas interconectadas con la tuya, porque la fisica, ya no es una ciencia en si misma, es un conjunto de ciencias que abarca desde la cinetica de los cuerpos o la dinamica de newton hasta complejas elucubraciones cuanticas, porque la quimica no es la antigua alquimia de mezclas humeantes, es algo mucho mas extenso.......y asi podriamos continuar hasta "el dia del juicio"
mi acuerdo con tu teoria...... es que al menos una base debe haber y quedar, una base generalista que te pueda dar como minimo dos puntos de vista. ahora bien, ¿cuales deben ser esos minimos? al igual que tu, creo que los de ahora son insuficientes.
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