viernes, 11 de marzo de 2011

El machismo de la voluntad


El peor machismo no es el que no cree que una mujer pueda ser inteligente. Es el que dice a las claras que prefiere una mujer estúpida.

El primero desprecia a las mujeres en general. El segundo se dedica a castigar a las más capaces y a recompensar a las sumisas. El primero las trata con condescendencia. El segundo las odia. El primero se basa en prejuicios culturales. El segundo en complejos de inferioridad que generan impulsos sádicos y necesidad de dominación.

El primero es trasnochado, rancio, tiene mala prensa y va camino de la extinción. El segundo empieza donde acaba el primero.

Cuando se hace imposible seguir sosteniendo que la mujer es inferior al hombre, aflora el cinismo y, desde su pedestal, el muy macho se afirma: "Bueno, me da igual... Como yo soy quien tiene la sartén por el mango, serás estúpida y sumisa por mis cojones, serás inferior aunque no lo seas y me servirás o no serás."

Si el primero es el resultado, involuntario para el sujeto, de una educación, de una tradición, el segundo es el machismo de la voluntad. Movido por el mismo ansia de poder que el patrón que extorsiona a sus trabajadores porque sabe que no se pueden ir. O el policía que tortura a un preso esposado.

La diferencia entre ambos es la misma que separa a un conservador de un fascista.

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