Es un hecho comprobado que con la edad llegan las dudas. Se han observado los bastidores y uno ya no se cree tanto. Se sabe que el mundo es más hipócrita, aleatorio, triste de lo que se soñaba. Que el orden es, con frecuencia, una ilusión que se mantiene por los pelos. Que hay una amplia mayoría de necios y corruptos... Y son bastantes más quienes son ambas cosas a la vez que ninguna.
Pero esta conciencia puede llevar tanto al escepticismo como al cinismo, dos cosas bien diferentes.
El escepticismo es el sano espíritu crítico que nos ayuda a no tragarnos cualquier milonga de las que nos cuentan. Es lo que nos mantiene atados a la realidad cuando nos dejamos llevar demasiado por nuestras fantasías e ideologías: ya sean personales, religiosas, políticas, filosóficas o, incluso, científicas.
El cinismo por el contrario, es una forma de justificar las propias miserias, respaldándose en que "el mundo funciona así". Y quien no se aproveche de ello es un ingenuo, un bobo, un perdedor...
Una forma de cinismo mitigado es el cinismo de los medios: el que coloca un dogma sobre un pedestal y afirma que todos los medios son válidos para este fin. Suele ser mera justificación, sencilla y accesible, para hacer lo que a uno le entra en gana.
Apuesto por el escepticismo. Que nadie, los "buenos" ni los "malos", me vengan con cuentos. Pero los años no me harán cínico. Por mis cojones.
1 comentario:
GENIAL!!! Amén!
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