domingo, 6 de marzo de 2011

Totems


Hay una forma muy fácil de calmar la conciencia: construirse un tótem. Hay muchos en el mercado de totems: la familia, la nación, la ideología, el partido, el sindicato, la raza, la religión, la realización personal... Basta con enarbolar uno de ellos y, desde ese momento, acometer las mayores bajezas y cualesquiera traiciones, aunque siempre por la familia, por la nación o por la idea.

Las cosas más bonitas del mundo pueden por este camino convertirse en nauseabundos montones de estiércol. Es perfectamente posible en nombre de la amistad, del amor, de la libertad o de la igualdad dejar morir a un inocente o abrazar a un genocida.

Porque quien tiene un tótem, ¿para qué necesita más? ¿Para qué necesita ver personas ? ¿Para qué plantearse si está bien o mal lo que hace? El tótem ya se lo dice todo... Conciencia en calma, acusaciones públicas... ¡repelidas con éxito!

Lo mejor de todo es que los totems de hoy ya ni siquiera exigen demasiado: el capitalismo ha otorgado valor moral al lucro y las teorías liberales han puesto la individualidad por encima de todo. De ahora en adelante está mejor visto cometer un crimen por dinero que por un ideal (se castiga más gravosamente a uno calificado de terrorista que a un asesino a sueldo, por ejemplo). Y a cualquier acusación es posible responder yo soy así, déjame en paz, sin mayor argumentación.

El dinero y el ego son los totems más legítimos y están siempre a mano... ¿Para qué más?

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