Puedo entender a quienes utilizan los argumentos macroeconómicos ultraliberales porque corresponden a sus intereses de clase. Puedo entender a quienes los construyen porque así se labran una próspera carrera académica. Hasta puedo entender a quienes no ven más allá de un simple "trabajar duro y no pensar".
Pero a quien más me cuesta entender es a los que, contra toda evidencia y contra sus propios intereses, rumian y escupen nociones básicas prefabricadas extraídas de algún tertuliano o editorialista. Son, como escuché decir a alguien una vez, los paletos listos. Se creen muy listos porque saben dos cosas más que quienes les rodean sobre estructuras financieras o sobre el mercado de trabajo. Y se zampan ávidamente toda la ideología que se fabrica para ellos, asombrando con su estupidez hasta a los propios ideólogos.
El ejemplo que más llama la atención (por ser especialmente imbécil) es el de los (no pocos) que, puteados en su curro, llegando a duras penas a final de mes, defienden luego en el bar la flexibilización de las condiciones laborales o el abaratamiento del despido como solución para el paro. De nada sirve argumentar con ellos: no es la razón sino la vanidad lo que sostiene su engaño.
Son los mismos que se creen que hay medios de izquierdas y medios de derechas y que viendo la tele pueden llegar a tener un punto equidistante y objetivo. Ignorando, con agilidad felina, que las grandes polémicas mediáticas son, con frecuencia, simples cortinas de humo.
O los que creen que las razones de la actual crisis se reducen a la irresponsabilidad de quienes contrataron créditos hipotecarios sin suficientes garantías... O los que piensan que ya no existe el "capitalismo", ni el "proletariado"...
En el fondo, esos paletos listos son los que más lástima dan: la presa más fácil, siempre a cuatro patas... y encima alabando a quien que se la mete hasta las trancas.
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