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En 1011 los vikingos saquean Canterbury y secuestran al Arzobispo. Se lo llevan a su patria Dinamarca y siete largos meses lo tienen retenido, cuidándolo y alimentándolo a la espera del rescate. Hasta que un buen día, en una de sus borracheras, les da por... lapidarlo con los huesos del banquete... La resaca debió de haber sido terrible: los ingleses ya estaban listos para pagar por él £3.000 (¡de la época!) de tributo extra. Si es que, de verdad, qué poquita visión comercial tenían esos vikingos...
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