Los tranvías se han convertido en vehículos para hombres, para hombres duchos en equilibrismo y atletas. Las mujeres, las sufridas mujeres que aguantan horas y horas en las aborrecibles colas, tienen que renunciar al tranvía, a menos que se presten a viajar lapidadas, soportando los empujones de unos y otros.
viernes, 17 de enero de 2014
Problemas de ayer... ¿y de mañana?
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