Cuenta la investigadora Valentina Fernández Vargas que su abuelo "era firme partidario del sistema neoyorkino de numerar las calles. Así se evita —decía— que cambien de nombre siguiendo las alteraciones políticas."
Es verdad que los nombres de las calles, al igual que la Historia, los sobreescriben los vencedores. Pero numerarlas es parte del intento estadounidense de borrar la Historia. Renegaron de la Historia de su metrópoli, exterminaron la Historia de los aborígenes en cuyas tierras se asentaron, numeraron las calles y pretendieron crear una eterna "tabula rasa" social: la ficción de que cada generación empieza a construir de cero. Como si nunca nada hubiera pasado antes: sólo números.
¿Pero qué es la Historia? ¿Un inútil lastre de odios y prejuicios que arrastramos con nosotros allá donde vayamos? ¿O una realidad que es peligroso ignorar?
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