lunes, 15 de octubre de 2012

Comentarios de un emigrante español


Cito aquí algunos fragmentos de la correspondencia que he mantenido en los últimos días con un amiguete que está trabajando en Berlín. Sobre lo maravilloso que es el deutsche dream y las facilidades que ofrece la vida de emigrante. En la línea de mi post anterior.

Además del tema migratorio estos correos son pertinentes para pronosticar el futuro que nos espera con las reformas a la alemana aquí en España. Para los que toman a Alemania como modelo.
(...) Las cosas por aquí tampoco pintan bien, ya han anunciado en mi empresa una nueva ronda de recortes (perdón: "medidas de ahorro") para enero de 2013. Si España pide un rescate (y eso pasará antes o después), las caras largas que nos van a poner a los españoles no van a diferenciarse mucho de las que ponen ahora a los griegos. Mi salario baja o se estanca y los precios, aunque no suban mucho, lo hacen en términos reales precisamente por ese estancamiento o reducción de salario, así que ya me dirás la diferencia... (...)  
(...) Me voy en 2013 (de hecho, cruzo los dedos porque sea así). Y si no, en fin, tendré que quedarme aquí y encajar los golpes --que seguro que vendrán-- como pueda, aunque cada vez es más difícil, porque todas las empresas están presionando a los trabajadores de una manera salvaje (trabajar más tiempo, con un ritmo de trabajo más intenso y por menos salario) aprovechando las enormes colas del paro de dos maneras: como arma psicológica ("si no le gusta, ya sabe lo que hay", "si no acepta esto, tengo a 200 tipos en la puerta esperando a hacer su trabajo") y como recambio (si un trabajador "se quema", el despido no cuesta casi nada y hay una infinidad de españoles esperando hacer lo mismo por menos dinero). Lo cual crea a su vez angustia y estrés (¿perderé mi trabajo? ¿me despedirán para contratar a otro que cobra menos?), pero tu vas y se lo cuentas a los encargados y te dicen: "me da igual, a mí lo único que me importa es que venga usted mañana y haga su trabajo". En fin, un ambiente laboral deteriorado recubierto de un cinismo asqueroso. 
(...) Yo aquí soy un trabajador precario como lo era en Barcelona. Lo punzante del caso es que con la emigración no he mejorado, sino que estoy en la misma situación económica... pero en otro país. La misma inestabilidad, y se supone que trabajo para una empresa que depende de los presupuestos del estado... Lo verdaderamente escandaloso es la situación de los que han venido este año, como mi compañero de piso, (...). Licenciado en filosofía, iba para profesor de instituto. Aquí trabaja en una cadena de establecimientos de comida rápida por 400 euros al mes. Si descuentas el alquiler de su habitación (260 euros -- un alquiler barato para Berlín) le quedan exactamente 140 euros para pasar el mes. Ten en cuenta que el alquiler no incluye la electricidad ni el teléfono, que pago yo porque gano algo más, y que el alquiler de la habitación no incluye los muebles (los pisos se alquilan completamente vacíos, ni siquiera hay bombillas), que son de mi antiguo compañero de piso. En suma: ha tenido que recurrir a las ayudas del estado (Hartz-IV), un proceso largo, complicado e invasivo (no puede abandonar el estado de Berlín más de tres semanas o le retiran la ayuda). Un working poor en toda regla. Con el Hartz-IV (que ya no es una ayuda para el desempleo) ganará 800 euros al mes. Con eso hay que pagar transporte, ropa y comida y renunciar a cualquier pretensión cultural, como ir al teatro o al cine (con la salida de DIE LINKE del Senado de Berlín han retirado las ayudas que había para los desempleados). Le he tenido que prestar mi propia ropa. Te haces una idea...

(...) El truco está precisamente en eso: cuando llega un español aquí buscando trabajo es recibido con los brazos abiertos. (...) A los tres meses se da cuenta de que un alemán cobra el doble y hasta el triple por hacer exactamente el mismo trabajo y en condiciones laborales mucho mejores. Para empezar, ninguno de nosotros tenemos un contrato fijo. De hecho, ni siquiera tenemos contrato. En cualquier momento pueden despedirnos. Nuestro salario es inferior, nuestra cotización a la seguridad social también es en consecuencia inferior (y aquí está introducido el co-pago) y, como no tenemos contrato, no tenemos ninguna garantía sindical. Los sindicatos pasan, y mucho, de los trabajadores sin contrato, más aún si son inmigrantes. (...)

Fíjate bien que me limito a describir el panorama puramente laboral, que luego están "las miradas que matan" en el metro y en la administración pública, que te rechacen en una inmobiliaria por tu pasaporte y tu tipo de contrato y la misma, increíble y sumamente desagradable falta de solidaridad entre inmigrantes (que compiten entre sí en el mercado laboral), cuando no pura inconsciencia. (...) Luego está la mentalidad de los alemanes, que, sumada al contexto europeo actual, te empuja a vivir casi en los márgenes. Te doy un detalle muy jugoso (...): de todos los españoles que he conocido aquí en Berlín (y he conocido bastantes en un año y medio), sólo he conocido a uno que estuviera saliendo con una chica alemana. (...)

Comparto todo lo que dices. Yo me vine aquí porque no tenía nada que perder ni nadie a quien arrastrar y, por qué no decirlo, con cierto cansancio por lo que vi en Barcelona en la universidad. Además, si tienes que saltar de un país a otro al final tu propia identidad queda un poco difuminada --porque no estás allá, pero tampoco acabas de estar en el país de acogida (sobre todo Alemania, donde la integración, ahora lo veo claro, roza lo imposible)-- y acabas sintiéndote como un exiliado, obligado a estar constantemente moviéndose, huyendo de las llamas del incendio que se extiende por Europa... Sea como fuere, preferiría no tener que quedarme aquí. No ya sólo por motivos laborales, sino por la propia sociedad alemana.

(...) En fin, vas sumando y al final tampoco sale tan barato como dicen, porque con la gentrificación los precios se han disparado (al menos en Berlín).

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