jueves, 26 de mayo de 2011
La cobardía
martes, 24 de mayo de 2011
Burbujas
sábado, 21 de mayo de 2011
El más adaptable, el más inadaptado
jueves, 19 de mayo de 2011
Simetrías
Parecemos simétricos pero, como es bien sabido, no lo somos. Tenemos un corazón a la izquierda y un hígado a la derecha. Pero ni siquiera lo aparentemete simétrico –como nuestro rostro o nuestras manos- lo es. Y para el colmo siempre existe un lado dominante: el derecho en los diestros, el izquierdo en los zurdos.
Pero a pesar de todo la evolución ha querido que parezcamos simétricos y que además nos sintamos atraídos por la simetría. No sé porqué ha pasado, pero sí sé que estas pseudosimetrías se encuentran en todas partes. El mundo está estructurado de esta forma: a primera vista, desde los cuerpos celestes hasta las partículas subatómicas, todo parece simétrico… y nada lo es. Como si todo tendiera al orden, al tiempo que el orden fuera una absoluta quimera.
Nuestra organización social parece que ha heredado esta especie de principio universal. Buscamos el orden, lo anhelamos, nos angustiamos cuando no existe. Pero al mismo tiempo nos conformamos, como por una especie de cinismo natural, con su apariencia.
Inventamos ficciones jurídicas, tales como naciones, Estados, democracias, socialismos… Pero luego nos conformamos con que todo funcione más o menos. Nos molestan menos las grietas en el orden ideológico que quien denuncia esas grietas. Un ejemplo claro son, por ejemplo, los países tan gangrenados por la corrupción o la economía informal que una amplia mayoría acaba por aceptarlas tanto como las propias ideologías formales que las censuran. Y todo ello sin excesivo perjuicio para su salud mental.
Posiblemente ninguna otra invención humana ha hecho tanta apología del orden, la simetría, la previsibilidad y la exactitud como la burocracia. Pero quien ha asomado a los bastidores de la realidad funcionarial sabe cómo funcionan las cosas: por los pelos. El factor humano cuenta mucho más de lo que dicta la norma… Pero al público se le sigue apareciendo como un monolito coherente e inamovible.
Desde niños, nos acostumbramos a que la realidad sea siempre una mezcla de mantenimiento de exigencia de orden y transigencia con el infractor. De hecho, se censura mucho más a un infractor que amenaza la susodicha apariencia que a otro que no lo hace aunque cause un daño mayor según los propios parámetros valorativos del sistema. Así, existe más animadversión social (convenientemente estimulada, claro, por los medios de comunicación) contra el okupa que contra el especulador que impide cuyo negocio impide la realización del derecho constitucional a la vivienda digna para todos…
La simetría es orden. La simetría es belleza. Pero al mismo tiempo es un fantasma: la vemos pero no existe ni puede existir. La ansiamos. Pero al mismo tiempo nos conformamos con fingirla colectivamente...
miércoles, 18 de mayo de 2011
Un trípode cojo
La salud es un concepto eminentemente biológico: el buen estado de la máquina de vivir que somos. Músculos elásticos, respiración profunda, cerebro bien regado, los pies firmes en la tierra... Un cuerpo sano es también un medio para disfrutar de la vida pero, por encima de todo, es una fuente directa de felicidad. El mero hecho de sentirnos sanos nos hace feliz.
El amor, esa leve forma de enajenación mental, es la fuente de endorfinas por excelencia. En todas sus formas posibles –tanto la atracción sexual o el enamoramiento, como el amor al arte o a la naturaleza- es nuestra química cerebral que entra en efervescencia, nos hace entender las cosas bellas y nos da gustito... Otra vez algo sumamente biológico.
Pero, ¿y el dinero? Ni un papel impreso, ni una tarjeta con banda magnética, ni siquiera los lingotes de oro son en sí mismas fuentes de endorfinas. El dinero, en este trípode, obviamente no es el dinero. Es lo que el dinero puede comprar: poder sobre otras personas, sexo de pago, ingenios que nos facilitan la vida, servicios varios, etc. etc.
En todo caso, nada concreto, una especie de cajón de sastre, un etcétera. Lo mismo daría decir “Salud, amor y lo que con dinero se pueda comprar” o “Salud, amor y lo demás” o “Salud, amor, etc.” Con lo cual todo el potencial del susodicho aforismo como una guía de vida se ve claramente menguado: decir que la fuente de la felicidad está en esto, en aquello y en lo demás... es un poco no decir nada.
Por otra parte, también se diferencia el dinero de los otros dos pies del trípode en la forma en que se consigue. No sólo conseguir o conservar la salud y el amor depende más de lo que uno haga o deje de hacer, sino que la desigualdad al nacer es enormemente menor. Todos somos un trozo de carne hambriento y llorón en el momento de ver la luz. Pero enseguida el dinero ya nos ha asignado a una cuna o a otra. Al equiparar salud, dinero y amor, entramos, por tanto, en un injustificado proceso de culpabilización y responsabilización del desposeído, al que negamos la posibilidad misma de ser feliz.
Por último está la cuestión de la cuantificación. La salud es la ausencia de enfermedad. Y el amor un estado en el que no nos preguntamos si podríamos tener más amor. Todo lo contrario sucede con el dinero. Pocos tienen claro –y quienes creen tenerlo claro nunca se ponen de acuerdo entre sí- cuánto dinero exactamente haría falta para ser feliz. Por no hablar de aquellos, que son muchos, y que piensan que la respuesta es “siempre más”, postulando una persecución inacabable, en clara disonancia con el objetivo de “alcanzar” la felicidad.
En fin. Que el dinero no es nada... Si quieres ser infeliz, consagra a él tu vida.
miércoles, 11 de mayo de 2011
Intenta argumentar con un niño al que intentas quitar un caramelo...
Afortunadamente ya no queda casi nadie tan idiota como para abogar por la profundización en la dependencia de los fósiles. Por otra parte, las petroleras tampoco necesitan realmente que nadie las defienda. Probablemente hemos llegado ya a un punto tal de dependencia en que, sin necesidad de propaganda, solamente con algo de lobbying, se terminarán de explotar las últimas reservas que quedan, los industriales se embolsarán sus últimos enormes beneficios y se irán felices a casa.
Entre los defensores de las renovables, y dejando aparte a los representantes de la industria, como es lógico abundan los militantes y simpatizantes ecologistas. Muchos están sencillamente mal informados sobre el potencial sustitutorio de estas fuentes de energía, así como sobre el impacto que su exlotación, por muy renovable que sea, causa en el medio ambiente. Aquellos que sí lo son no tienen reparos en reconocer que la única solución real es la reducción de nuestro nivel de consumo.
Pero los más obstinados son, con diferencia, los defensores del nuclear. Ante el amplio reconocimiento científico y social de la inviabilidad de la energía basada en fósiles, el lobby nuclear desde hace una década ha visto la suya y, apoyándose en un tropel de expertos obsesionados con la posibilidad técnica de realización de los proyectos y completamente ignorantes de sus condicionantes políticos y sociales, ha llevado a cabo una exitosa ofensiva que le ha permitido rehabilitar en buena medida su imagen pública... al menos, hasta Fukushima.
Con estos bien o malintencionados defensores de las centrales nucleares el esquema siempre se repite: ya les puedes sacar a colación los residuos, la imposibilidad de garantizar la seguridad de las plantas, la proliferación... que te responderán siempre con el cambio climático y la insuficiencia de las renovables. Entonces tú les dices que, por tanto, la única solución pasa por la reducción del consumo, no por el atolladero nuclear. Que lo insostenible no es una u otra fuente de energía... sino el ritmo al que consumimos.Y entonces... ellos callan o responden con otra cosa o, en el mejor de los casos, simplemente lo tachan de imposible.
Y esto es precisamente lo que me hace temer que, cuando pase el jaleo de Fukushima, la cosa nuclear seguirá su camino. Porque la irracionalidad de un ser humano compulsivamente aferrado a sus lujos es más poderosa que cualquier argumento. Porque le daremos mil y una vueltas, nos escaquearemos de afrontar la verdad, insultaremos al que nos la eche en cara o le tacharemos condescendientemente sus propuestas de utópicas e imposibles...
Cualquier cosa antes que reconocer abierta y honestamente algo muy sencillo...
¡QUE NO NOS SALE DE LOS COJONES CONSUMIR MENOS!
¡QUE QUEREMOS SEGUIR TRAGANDO COMO PATOS HASTA QUE NOS REVIENTE EL HÍGADO!
¡QUE NOS IMPORTA UNA MIERDA NUESTRO FUTURO Y EL DE NUESTROS HIJOS SI ESO SUPONE RENUNCIAR A LA SATISFACCIÓN INMEDIATA DE NUESTROS DESEOS!
sábado, 7 de mayo de 2011
Por qué creo que ser de izquierdas es de mejor persona
"- Los franceses seran cultos y refinados
- Los ingleses serán aventureros y puntuales
- Los italianos serán creativos y divertidos
- Los alemanes serán formales y trabajadores
- Los norteamericanos seran luchadores y patriotas
- Los argentinos serán intelectuales y sociables
- Los españoles serán inteligentes, buenas personas y votantes del PP."
A esto le dijo el arcángel San Gabriel: "Dios, que todos los países tienen dos virtudes y los españoles tienen tres. Eso no es justo." Dios dijo: "Es verdad, pero ya no me puedo echar para atrás. Bueno, estas serán las virtudes de los españoles, pero cada español sólo podrá tener dos de ellas a la vez..."
Y así, desde entonces los españoles que son inteligentes y votantes del PP no son buenas personas. Los españoles que son buenas personas y votantes del PP no son inteligentes. Y los españoles que son inteligentes y buenas personas no son votantes del PP.