Vergüenza de las mujeres que se han “ganado a pulso" estar donde están.
Vergüenza de aquellas a las que “nadie ha regalado nada”.
De las que se consideran mejores personas por llevar un traje.
De aquellas a las que se les pone dura despidiendo trabajadores/as.
De aquellas a las que sólo sale su vena feminista para remarcar lo difícil que les ha sido hacerse un hueco en los cerrados círculos de los hijos de puta.
De las que ni se enteran, ni quieren enterarse, de quién y cuánto ha tenido que luchar para que sus abuelas y sus madres pudieran ir a la escuela, y ellas mismas a la universidad.
De las que se cavan su propia tumba con la pala de la insolidaridad y la ley del más fuerte.
De las que desprecian a los/las que no han sido tan espabilados/as como ellas.
De las que, en el fondo, hubieran preferido no ser mujeres.
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