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Cuando llegaron a su coche, se entretuvieron buscando las llaves, sin dejar por ello de darse mutuamente la razón en lo que al control de los movimientos migratorios se refiere. Ello me permitió alcanzarles y en ese momento fue cuando se percataron de mi presencia.
"¿A que tengo razón?", se dirigió a mí el que estaba abriendo la puerta del conductor. Pasé por delante con la cabeza gacha, sin darme por enterado de la interrogación.
"¡Eh, tú!" "¿Dónde vas?" Incluso el copiloto, que ya estaba medio metido en el coche, volvió a salir, de tantas ganas que tenía de conocer mi opinión al respecto de la vigilancia de fronteras. "Tú eres español, ¿no?"
No me apetecía en absoluto llevarme de allí dos hostias bien llevadas, máxime sabiendo que el Parque de la Montaña abunda en sujetos con peinado tan heterodoxo como sus convicciones políticas. Pero tampoco me hacía mucha ilusión identificarme como español (menos, sabiendo lo que para ellos significaba ser español).
"Yo, soy de Vallecas", contesté sin dejar de caminar y sin volver la cabeza.
Creo que no les pareció bien la respuesta, dado que, elevando el tono de voz, consideraron necesario sacarme ipso facto de mi error: "¿Tú? ¡¡¡Tú eres ESPAÑOL, HIJO DE PUTA!!!"
Aún me pregunto cuán grande habría sido su sorpresa de haber sabido que en realidad era ruso...
1 comentario:
Se habrían cortocircuitado entonces si hubieran sabido toda tu historia familiar...
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