Sobre todo no hay que hacerle sentir nunca al anfitrión que se le está agradecido; de hacerlo, evidenciaríamos una timidez y una cobardía que ofenderían forzosamente a nuestro invitante. En el fondo de nuestro corazón hemos de venerar a ese ser bondadoso que nos acoge bajo su techo, pero sería síntoma de escasa sensibilidad querer demostrarle a toda costa una gratitud que él no desea recibir, ya que no ha dado ni sigue dando cosas con el fin de cosechar, a cambio, una actitud mendicante. Pues en determinadas circunstancias la gratitud es simlemente pordioseo y nada más. Y otra cosa: en el campo, la gratitud es más callada y silenciosa que hablantina. Quien está obligado a agradecer tiene su propia forma de comportarse porque ve que el otro también tiene la suya. Los donantes finos son casi más tímidos que los receptores, y se alegran cuando éstos aceptan tranquilamente el donativo para que ellos, los que dan, puedan dar con decoro y sin demasiadas ceremonias.
viernes, 19 de marzo de 2010
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1 comentario:
Este tío es un "rayao" :-)
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