lunes, 23 de enero de 2012

Vida retirada

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!

No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.

El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.

Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.

Fray Luis de Limón, 1527-1591 (meneando el plectro...)

martes, 3 de enero de 2012

Quien no lo ve, es porque no quiere...

Apasionante es la cuestión de la interpretación del Cantar de los Cantares.

Lo lees y parece inverosímil que un poema tan claramente erótico pueda interpretarse en el sentido del amor entre Dios y la comunidad de creyentes. Que no puede ser que tal comparación hubiera salido sino de una mente inflamada por las drogas o por la religión.

Es posiblemente el mejor ejemplo de que siempre vemos lo que queremos ver. Disponemos de un número reducido de claves interpretativas y son las que manejamos. Y está claro que para unos ese número es más reducido que para otros. En el cristianismo, en las simplezas de la teoría económica liberal o en la escolástica marxista, por doquier se pueden encontrar personas que son simplemente incapaces de ver el mundo en tres dimensiones.

Fray Luis de Limón es uno de los máximos exponentes de los psicopáticos extremos que puede alcanzar la mente humana. Por sus santos cojones de fraile tenía que hacer encajar el Cantar en las coordenadas religiosas más impensables y su exégesis merece ser leída para admirar el sobrehumano esfuerzo que, a buen seguro, le supusieron versos como estos:
¡Oh, si él me besara con besos de su boca!
El rey me ha metido en sus cámaras;
Nos gozaremos y alegraremos en ti
Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable
Como las tiendas de Cedar,
Como las cortinas de Salomón.
No reparéis en que soy morena,
Porque el sol me miró. (Se ve que ya en la antigua Judea los caballeros las preferían rubias...)
He aquí que tú eres hermosa, amiga mía; he aquí que tú eres hermosa;
Tus ojos entre tus guedejas como de paloma;
Tus cabellos como manada de cabras
Que se recuestan en las laderas de Galaad.
Tus dientes como manadas de ovejas trasquiladas,
Que suben del lavadero,
Todas con crías gemelas,
Y ninguna entre ellas estéril.
Tus dos pechos, como gemelos de gacela,
Que se apacientan entre lirios.
¡Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía! (A todo eso, ¿cuándo ha considerado el dios judeo-cristiano a la esirpe humana "hermana" suya?)
Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa;
Miel y leche hay debajo de tu lengua
Venga mi amado a su huerto,
Y coma de su dulce fruta.
¡Cuán hermosos son tus pies en las sandalias,
Oh hija de príncipe!
Los contornos de tus muslos son como joyas,
Obra de mano de excelente maestro.
Tu ombligo como una taza redonda
Que no le falta bebida.
Tu vientre como montón de trigo
Cercado de lirios.
Tus dos pechos, como gemelos de gacela.
Tenemos una pequeña hermana,
Que no tiene pechos;
¿Qué haremos a nuestra hermana
Cuando de ella se hablare?
(Aquí es cuando el relato ya se vuelve demencial y discuten de con quién van a casar a la hermana pequeña de la "amada", al parecer de escaso tetamen.)