Lo mejor del incipiente movimiento asambleario nacido a raíz de las acampadas, un auténtico tesoro a conservar, es la ausencia del sectarismo que nos ha venido corroyendo y envenenando en las últimas décadas. Eso, más allá de todas las debilidades del proceso, es lo que abre una esperanza para la regeneración de la izquierda.
Casi ninguna bandera -ni roji-negra, ni republicana, ni roja-, casi ningún logotipo sindical -ni "revolucionario" ni "reformista"... Y un cartel que lo resumía todo: "No me pongáis etiquetas!"
Durante décadas quienes hemos militado en organizaciones tradicionales hemos sentido encima el peso agobiante de los "referentes", de las "tradiciones" políticas, de los rencores personales y mezquinas luchas por el poder, de imbéciles debates ideológicos... Y quizá la sensación de libertad estas semanas, en las plazas, se deba tanto a la superación de este asfixiante sectarismo como a la alegría de insubordinarnos al poder del opresor...
La esclerosis de las izquierdas tradicionales había conducido al olvido de lo más importante. Habíamos acabado luchando por los símbolos, en lugar de luchar por aquello que estos representan. Defender las ideológicas pajas mentales de nuestro propio grupúsculo o los intereses de nuestra corriente llegó a ser más importante que entender y reconocer la realidad social.
Construimos espacios impenetrables incluso a un nivel psicológico: demasiados mecanismos preconstituidos, demasiadas relaciones personales... Un nuevo tenía que tener mucha voluntad y paciencia para terminar integrándose. Voluntad y paciencia, bienes escasos hoy más que nunca...
Todo el mundo debe encontrar un lugar en este nuevo asamblearismo. Y para eso no es tan importante que cualquiera pueda agarrar el micrófono -aunque la igualdad de palabra es fundamental-, sino que todo el mundo pueda aportar algo, ayudar, contribuir aunque sea con un par de horas de trabajo a la semana. Pero de trabajo, no de frustrante cháchara...
Una persona que se siente útil, que siente que está participando en una creación colectiva, se comprometerá a largo plazo con la transformación social. Y si conseguimos que muchos lo hagan, está claro que tenemos un futuro.... ¡Y tanto que lo tenemos!
1 comentario:
nazi i mongola ta mare, fill de meuca
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