La clave está en eliminar esos ratos que se comen nuestra vida y que consisten simplemente en quedarnos mirando por la ventana a los transeúntes, o distraernos con algo que se escucha en la tele, o examinando las últimas chorradas publicadas en facebook, u hojeando distraídamente las últimas noticias de nuestro equipo favorito...
El mecanismo es siempre el mismo: "ahora me pongo, pero antes voy a hacer esto un segundo..." ¡Mentira cochina! Alargamos esos ratos como si nos dieran la vida cuando en realidad nos la quitan. Nos parece que así robamos tiempo a las obligaciones, pero en realidad se lo robamos a nuestro descanso. Porque por culpa suya nuestra vida parece siempre abarrotada de quehaceres y sin espacio para descansar sin tener el agobio de las tareas pendientes encima. Son tiempos perdidos, muertos.
Matarlos es la forma de hacer todo lo que tenemos que hacer y disfrutar habiendo terminado. Porque no hay descanso como el de quien ha cumplido, el descanso del guerrero: eso sí es tiempo de vida.