Con frecuencia, para explicar porqué hacen lo que hacen las cúpulas de las grandes centrales sindicales y algunos dirigentes políticos de izquierdas, se recurre (yo mismo lo hago muchas veces) a la palabra "oportunismo"...
¿Pero todo es oportunismo? Me lo he empezado a cuestionar... Claro que maniobran, cambian de chaqueta cada dos días, en gran medida como parte de un simple juego de poder. Y en ocasiones por simple beneficio personal -a eso ya se le llama corrupción.
Pero hay algo más... y se está revelando ahora, en este último año. La crisis de la izquierda ha llegado a un momento verdaderamente existencial. Las maniobras que están realizando, las vergonzosas concesiones que alternan con un discurso reivindicativo vacío de contenido y no refrendado en la práctica, ponen en cuestión su propia supervivencia... ¿De qué oportunismo podemos estar hablando entonces?
Desorientación, miopía y sobre todo cobardía... Llevan tanto tiempo comiendo de la mano de gobiernos y empresarios que ahora el miedo les paraliza y no les permite entender que -ya no por el bien de los trabajadores, sino por el suyo propio- hace falta reorganizarse, trabajar de formas nuevas, volver a las trincheras de las que nunca se debió haber salido para estrechar la mano del enemigo... Simplemente no tienen huevos para hacer lo que hay que hacer.
¿Es mejor la cobardía que el oportunismo? Eso no importa realmente... El resultado es parecido, pero no está de más tener en cuenta la diferencia entre ambos para interpretar lo que están haciendo los líderes de la izquierda tradicional. Esa izquierda que ya se ha fundido tanto con las instituciones que es incapaz de enfrentarse a ellas sin sentir que se está atacando a sí misma...
¿Oportunistas? Puede... Pero lo cierto es que, a día de hoy, mucho más que oportunistas o corruptos, son simplemente... unos inútiles.