jueves, 21 de julio de 2011

¿Oportunismo?


Con frecuencia, para explicar porqué hacen lo que hacen las cúpulas de las grandes centrales sindicales y algunos dirigentes políticos de izquierdas, se recurre (yo mismo lo hago muchas veces) a la palabra "oportunismo"...

¿Pero todo es oportunismo? Me lo he empezado a cuestionar... Claro que maniobran, cambian de chaqueta cada dos días, en gran medida como parte de un simple juego de poder. Y en ocasiones por simple beneficio personal -a eso ya se le llama corrupción.

Pero hay algo más... y se está revelando ahora, en este último año. La crisis de la izquierda ha llegado a un momento verdaderamente existencial. Las maniobras que están realizando, las vergonzosas concesiones que alternan con un discurso reivindicativo vacío de contenido y no refrendado en la práctica, ponen en cuestión su propia supervivencia... ¿De qué oportunismo podemos estar hablando entonces?

Desorientación, miopía y sobre todo cobardía... Llevan tanto tiempo comiendo de la mano de gobiernos y empresarios que ahora el miedo les paraliza y no les permite entender que -ya no por el bien de los trabajadores, sino por el suyo propio- hace falta reorganizarse, trabajar de formas nuevas, volver a las trincheras de las que nunca se debió haber salido para estrechar la mano del enemigo... Simplemente no tienen huevos para hacer lo que hay que hacer.

¿Es mejor la cobardía que el oportunismo? Eso no importa realmente... El resultado es parecido, pero no está de más tener en cuenta la diferencia entre ambos para interpretar lo que están haciendo los líderes de la izquierda tradicional. Esa izquierda que ya se ha fundido tanto con las instituciones que es incapaz de enfrentarse a ellas sin sentir que se está atacando a sí misma...

¿Oportunistas? Puede... Pero lo cierto es que, a día de hoy, mucho más que oportunistas o corruptos, son simplemente... unos inútiles.

viernes, 8 de julio de 2011

El sentido profundo del "sentido común"

¿A qué nos referimos cuando apelamos -y lo hacemos con gran frecuencia- al "sentido común"? Intuitivamente entendemos que "de sentido común" es "lo normal", "lo evidente por sí mismo", algo que no necesita demostración...

¿Qué puede ser tan poderoso?

Echando mano de la RAE, descubro lo siguiente:
sentido común.

1. m. Modo de pensar y proceder tal como lo haría la generalidad de las personas.

Me veo entonces gratamente sorprendido por la perspicacia de los señores académicos. Bastante más razonables, sólo por esta vez, que los redactores de la Wikipedia: "El término sentido común describe las creencias o proposiciones que benefician (??) a la mayoría de la gente de una familia, clan, pueblo y/o nación".

Es tan buena la definición de la RAE porque, desechando las interpretaciones superficiales va, siguiendo una metodología casi durkheimiana, al grano: "lo común" es lo generalizado, subrayando así que se trata de un concepto eminentemente social. El "sentido común" es un cuerpo de creencias compartidas que aplicamos intuitiva y acríticamente.


Así definido, se ve claro que el "sentido común" comparte todas las virtudes y vicios de las creencias colectivas. Muchas menos probabilidades de error que las de las creencias individuales. Pero, al mismo tiempo, errores más profundos e inamovibles.

Casi todas las creencias sociales son ciertas o, al menos, eficaces (de esta constatación nació aquel proverbio de "dos cabezas piensan mejor que una"). Es normal, son el resultado de una ingente acumulación de experiencias. Y cuantas más vivencias suman más completo se vuelve el cuadro. Ésta ha sido la base del progreso humano, al menos hasta la aparición de la ciencia moderna: acumulación de experiencias y evolución del "sentido común".

Por otra parte, cuando el "sentido común" se equivoca, las consecuencias pueden llegar a ser dramáticas. No sólo porque, al ser un error colectivo, adquiere proporciones mayores, sino también porque las creencias compartidas se retroalimentan formando bloques impenetrables que no sucumben ni ante las evidencias más flagrantes.

Es infinitamente más poderoso lo que piensa mi entorno que lo que ven mis ojos.

Recordemos que hubo un tiempo en que era "de sentido común" que la luna era del tamaño de una moneda, o que la desaparición de un niño tenía que ser necesariamente cosa de brujería, o que lavarse más de una vez al año era perjudicial para la salud. Y no había quien nos sacase de allí...

La mayor cruzada jamás acontecida contra el "sentido común" fue la emprendida por la ciencia moderna. Y gracias a la enorme eficacia del método científico se operó en cuestión de décadas la mayor revolución de la Historia: la ciencia pasó a ser el "sentido común". En adelante, hacer caso a los científicos sería cada vez más una cuestión "de sentido común". Hasta el punto de aplicar, en ocasiones, los avances de la ciencia sin ningún "sentido común", valga el absurdo...

La misma tarea de desmontar el "sentido común" fue emprendida también por las Ciencias Sociales, pero con un éxito más que dudoso... Puede que haya sido así porque tratan cuestiones más cotidianas, o porque su eficacia es inferior y más difícil de probar, o porque con demasiada frecuencia amenazan las relaciones de poder existentes... Seguramente habrá un poco de todo...

El caso es que sigue costando una barbaridad extraer del ámbito del "sentido común" las preconcepciones, por poner unos pocos ejemplos, sobre los roles de género, sobre las realidades nacionales, sobre la naturaleza del trabajo remunerado... E incluso sobre el sentido del propio "sentido común"...

miércoles, 6 de julio de 2011

Gato negro

En febrero cambié la ruta de mi carrera matutina y comencé a remontar todas las mañanas el parque del Guinardó. Un día sí y otro también me encontraba allá, en su parte baja, a un lozano gato negro de brillante pelaje. Se me quedaba mirando con esos enormes ojazos de un verde amarillento que sólo he observado a los gatos. Algunos días se me cruzaba por delante.

No soy supersticioso, pero empecé a preocuparme... aunque la mala fama del gato negro tuviera un 0,01% de razón, yo estaría acumulando ya toneladas de mala suerte. Sin embargo, pasaban los meses y ningún infortunio parecía recaer sobre mí, con lo cual me fui quedando más tranquilo e incluso empecé a coger algo de cariño al oscuro felino.

Algunos días me encontraba también a un gato blanco de abundante pelaje y aspecto quizá demasiado cuidado para ser residente de un parque municipal. Y se me fue ocurriendo un argumento para un cuento: la trágica historia del malvado gato blanco y del malventurado gato negro. El primero, al acecho, intrigando sin cesar contra el bienestar humano. El segundo, intentando siempre, infructuosamente, impedir las fechorías de aquél. Pero lejos de recibir la gratitud de las personas a las que intenta ayudar es, por el contrario, vilipendiado y asociado a la mala suerte por presagiar siempre la desgracia (provocada por el pérfido gato blanco).

Pero pasaban las semanas y yo no conseguía concretar mi idea en un post...

Esta mañana, en la callejuela que bordea el parque del Guinardó por su parte baja, casi tropiezo con el gato negro, atropellado, sobre el asfalto ensangrentado, con la cabeza reventada.

Quizá yo estaba bien equivocado. Quizá toda esta historia no trataba de gatos. Quizá era yo quien cada mañana traía algo de mala suerte al gato negro al parque del Guinardó. Hasta que acumuló demasiada...

Parece que a veces un gato tiene que morir para que cambiemos nuestra perspectiva de las cosas...