Vale, no ha ido mal la huelga. Por esta vez CC.OO. y UGT se han librado. Pero probablemente es la última oportunidad que se les da. Si no se dan por enterados de la cantidad de gente que ha ido a esta huelga a pesar de ellos, si no se están planteando cambios más o menos drásticos en su forma de funcionar, se estarán suicidando (y lo que es peor: matando el sindicalismo).
Desburocratizar las estructuras internas. Arriesgarse un poco y quitarse los pesos muertos de encima. El politiqueo y el maniobreo les han llevado a tal punto de marasmo que los sindicalistas de buena fe (que son muchos) se sienten impotentes para hacer nada con el desperdicio monumental de horas de trabajo que suponen los vagos y los corruptos. Más vale que se vayan a sindicatos amarillos y perder algo de peso numérico a que sigan envenenando el sindicalismo honrado.
Acción en la calle. Sacar a luz lo que pasa en esas cajas oscuras que son las empresas. No esperando a la siguiente huelga general. Ni siquiera al próximo convenio. En el día a día hay motivos suficientes para que todos los meses haya piquetes en las puertas de las empresas. Y de momento los sindicatos tienen capacidad para hacerlo. De momento sólo falta voluntad. Y huevos.
Hablar con los trabajadores, renovar las bases. Nadie patea los centros de trabajo, nadie explica lo que es el sindicalismo ni lo que son los derechos laborales. Incluso los comités de empresa viven a veces en la inopia, qué decir sobre miembros de las ejecutivas. En ocasiones, aún con toda la buena intención, viven en otro mundo, aparte de los trabajadores de a pie. Un primer paso a dar debería ser limitar la liberación a tiempo completo: que nadie deje de respirar el ambiente laboral. Que nadie deje de sentirse responsable de sus compañeros/as.
Volcarse, ahora que aún tienen capacidad, en sectores que les han fallado en esta huelga. Analizar lo que ha sucedido en el sector público, pero sobre todo prestar una atención prioritaria al proletariado de servicios, el más expuesto al arbitrio empresarial, el más dependiente económicamente, el más ignorado por los sindicatos, el más ignorante de sus derechos.
Dejar de pactar para obtener un volátil y fantasmal peso político. Dejar de alimentar su ego con la participación en grandes negociaciones, con la etiqueta de agente social. Pensar más en la suerte de los currelas y menos en comidas y cafés en que cerdos trajeados los tratan de igual a igual. Como se les ocurra negociar alguna otra mierda con la reforma de las pensiones que se nos viene encima...
No es fácil pero deben remangarse y esforzarse al máximo en estas y otras cuestiones. Si no lo hacen, lo mejor que nos puede pasar es que empiecen a ser socialmente más visibles fuerzas sindicales al margen de los sindicatos mayoritarios.
Porque si no, apaga y vámonos.
Desburocratizar las estructuras internas. Arriesgarse un poco y quitarse los pesos muertos de encima. El politiqueo y el maniobreo les han llevado a tal punto de marasmo que los sindicalistas de buena fe (que son muchos) se sienten impotentes para hacer nada con el desperdicio monumental de horas de trabajo que suponen los vagos y los corruptos. Más vale que se vayan a sindicatos amarillos y perder algo de peso numérico a que sigan envenenando el sindicalismo honrado.
Acción en la calle. Sacar a luz lo que pasa en esas cajas oscuras que son las empresas. No esperando a la siguiente huelga general. Ni siquiera al próximo convenio. En el día a día hay motivos suficientes para que todos los meses haya piquetes en las puertas de las empresas. Y de momento los sindicatos tienen capacidad para hacerlo. De momento sólo falta voluntad. Y huevos.
Hablar con los trabajadores, renovar las bases. Nadie patea los centros de trabajo, nadie explica lo que es el sindicalismo ni lo que son los derechos laborales. Incluso los comités de empresa viven a veces en la inopia, qué decir sobre miembros de las ejecutivas. En ocasiones, aún con toda la buena intención, viven en otro mundo, aparte de los trabajadores de a pie. Un primer paso a dar debería ser limitar la liberación a tiempo completo: que nadie deje de respirar el ambiente laboral. Que nadie deje de sentirse responsable de sus compañeros/as.
Volcarse, ahora que aún tienen capacidad, en sectores que les han fallado en esta huelga. Analizar lo que ha sucedido en el sector público, pero sobre todo prestar una atención prioritaria al proletariado de servicios, el más expuesto al arbitrio empresarial, el más dependiente económicamente, el más ignorado por los sindicatos, el más ignorante de sus derechos.
Dejar de pactar para obtener un volátil y fantasmal peso político. Dejar de alimentar su ego con la participación en grandes negociaciones, con la etiqueta de agente social. Pensar más en la suerte de los currelas y menos en comidas y cafés en que cerdos trajeados los tratan de igual a igual. Como se les ocurra negociar alguna otra mierda con la reforma de las pensiones que se nos viene encima...
No es fácil pero deben remangarse y esforzarse al máximo en estas y otras cuestiones. Si no lo hacen, lo mejor que nos puede pasar es que empiecen a ser socialmente más visibles fuerzas sindicales al margen de los sindicatos mayoritarios.
Porque si no, apaga y vámonos.