Yo, ciudadano de la gran Unión Soviética, fiel hijo del heroico pueblo ruso, juro que no dejaré mi arma caer hasta que la última bestia fascista sobre la tierra sea exterminada. Las ciudades y los pueblos quemados, la muerte de nuestros hijos, las torturas, las violaciones y los maltratos a mi pueblo, juro vengar implacable, despiadada e incansablemente. ¡Sangre por sangre! ¡Muerte por muerte! Juro que antes moriré en la cruenta batalla contra el enemigo, que entregarme a mi, a mi familia y a todo el pueblo soviético en esclavitud al fascismo vil. Y si por mi debilidad, cobardía o mala fe traicionase este juramento, muera yo con muerte deshonrosa a manos de mis compañeros.
martes, 25 de mayo de 2010
El juramento de los guerrilleros soviéticos
viernes, 21 de mayo de 2010
La excepcionalidad del antisemitismo
La unicidad de todo pueblo (o de toda nación, llámese como quiera) es una realidad fáctica, indiscutible. Pero esta unicidad del caso no puede ignorar la comunidad del género: todos los pueblos tienen más en común de lo que tienen de únicos. Y, más aún, su unicidad es parte del fundamento de su igualdad moral.
Cuando se olvida todo esto, la unicidad se convierte en un fetiche. Una realidad fáctica se instrumentaliza para justificar prejuicios. Me serviré para ilustrarlo de las reflexiones de Vasili Grossman sobre el antisemitismo (cap. 32 de la Segunda Parte de Vida y Destino).
El autor traza una línea que pasa por Inquisición y el fascismo del s. XX para mostrar como recurren al antisemitismo, ante la inevitable consumación de su destino, tanto períodos enteros de la historia mundial, como gobiernos de Estados reaccionarios y fracasados, como particulares que intentan enderezar sus fracasadas vidas.
¡Me parta un rayo si entiendo qué tiene el antisemitismo de especial! ¿No han quemado acaso los inquisidores también a moriscos y a cristianos herejes? ¿No han sido acaso exterminados también los comunistas y los gitanos en la Alemani nazi? ¿No recurren todos los reaccionarios del mundo al racismo (en todas sus diferentes formas) cuando ven su poder amenazado?
Pero volviendo al "destino histórico singular" de los judíos, veamos qué rasgos tiene para Grossman (que hasta se toma la molestia de enumerarlos):
Una realidad fáctica, como decíamos, la de la unicidad de toda nación, se convierte en instrumento de manipulación al ser equiparada con su exclusividad. De allí a proclamar su superioridad ya sólo hay un paso. Así es como la legítima defensa de una nación perseguida se convierte en racismo. El perseguido se prepara para ser perseguidor.
Es un paso que no creo que se dé en Grossman (al menos hasta donde se le puede conocer por lo que escribió), pero sí en ese monstruoso complejo de superioridad hecho aparato de estado que todos conocemos: Israel.
Cuando se olvida todo esto, la unicidad se convierte en un fetiche. Una realidad fáctica se instrumentaliza para justificar prejuicios. Me serviré para ilustrarlo de las reflexiones de Vasili Grossman sobre el antisemitismo (cap. 32 de la Segunda Parte de Vida y Destino).
El antisemitismo es reflejo de defectos propios de algunas personas particulares, de ordenamientos sociales y de sistemas estatales. Dime de qué acusas a los judíos y te diré de qué eres culpable. (...)Nada de esto es aplicable en exclusiva al antisemitismo. En cualquiera de estas afirmaciones "antisemitismo" puede sustituirse por "racismo" sin el menor perjuicio para su veracidad. Pero ello no impide al autor afirmar a continuación:
El antisemitismo expresa la mediocridad, la incapacidad para ganar en la vida en igualdad de condiciones (...).
El antisemitismo expresa la inconsciencia de las masas populares, incapaces de comprender las causas de su infortunio y sufrimiento. (...)
El antisemitismo es la medida de los prejuicios religiosos, latentes en los bajos fondos de las sociedades.
"El hombre que expresa su asco ante los cabellos rizados o ante la expresión gesticular del judío, se maravilla, sin embargo, ante los cabellos rizados de los niños de los cuadros de Murillo, se muestra indiferente ante el habla gutural y la gesticulación de los armenios, contempla amigablemente al negro de los labios azulados.A ver, a ver, a ver. ¿Que los negros sufren menos discriminación que los judíos? ¿Que los armenios, 1,5 millones de los cuales fueron exterminados a comienzos del s. XX, han sido menos perseguidos? Personalmente, el ejercicio de contar muertos para ver qué genocidio ha sido más "especial" me parece pueril, me da vergüenza ajena.
El antisemitismo es un fenómeno especial de entre las persecuciones a las que han sido sometidas las minorías nacionales. Es un fenómeno especial porque el destino histórico de los judíos se ha ido trazando de forma singular, especial.
El autor traza una línea que pasa por Inquisición y el fascismo del s. XX para mostrar como recurren al antisemitismo, ante la inevitable consumación de su destino, tanto períodos enteros de la historia mundial, como gobiernos de Estados reaccionarios y fracasados, como particulares que intentan enderezar sus fracasadas vidas.
¡Me parta un rayo si entiendo qué tiene el antisemitismo de especial! ¿No han quemado acaso los inquisidores también a moriscos y a cristianos herejes? ¿No han sido acaso exterminados también los comunistas y los gitanos en la Alemani nazi? ¿No recurren todos los reaccionarios del mundo al racismo (en todas sus diferentes formas) cuando ven su poder amenazado?
Pero volviendo al "destino histórico singular" de los judíos, veamos qué rasgos tiene para Grossman (que hasta se toma la molestia de enumerarlos):
- La historia del judaísmo se ha unido y entrelazado con numerosas cuestiones políticas y religiosas de alcance mundial.
- Los judíos viven en prácticamente todos los países del mundo.
- Son esa minoría nacional que no se retrotrae a la periferia social y geográfica, sino que procura manifestarse dentro de la corriente principal del desarrollo de las fuerzas ideológicas y productivas.
Una realidad fáctica, como decíamos, la de la unicidad de toda nación, se convierte en instrumento de manipulación al ser equiparada con su exclusividad. De allí a proclamar su superioridad ya sólo hay un paso. Así es como la legítima defensa de una nación perseguida se convierte en racismo. El perseguido se prepara para ser perseguidor.
Es un paso que no creo que se dé en Grossman (al menos hasta donde se le puede conocer por lo que escribió), pero sí en ese monstruoso complejo de superioridad hecho aparato de estado que todos conocemos: Israel.
lunes, 17 de mayo de 2010
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