lunes, 8 de junio de 2020

Mapa: formación de los Estados modernos


Acertadas o no, las decisiones que he tenido que tomar en la elaboración de este mapa han sido una estupenda oportunidad para reflexionar sobre la relatividad y complejidad de los conceptos vinculados a la formación de los Estados modernos: soberanía, territorialidad, continuidad.

Empezando por la difícil definición de lo que es un Estado y lo que no lo es. Aunque ningún ente puede recibir calificativo de Estado moderno por lo menos hasta el siglo XVI, muchos mantienen una relación de continuidad patente con formaciones actuales. He intentado situar el hecho soberano en el centro de la metodología aunque también este ofrece multitud de grises: ¿es soberano un ente como el Sacro Imperio, formado por múltiples vasallos independientes de facto? ¿Es soberano un reino formalmente independiente pero que paga tributos como lo haría durante siglos Valaquia respecto al Imperio Otomano? En general, me he declinado por un criterio restrictivo en estos casos: salvo que el ente fuera manifiestamente independiente, lo he considerado parte integrante de un ente superior.

La segunda dificutad metodológica se refiere a la continuidad. Para dar una definición exacta y única he considerado que hay continuidad entre un ente histórico y un Estado actual:
1. desde el momento en que aquel ocupa el 75 % del territorio del actual Estado,
2. siempre que la capital del ente se encuentre en el territorio del Estado contemporáneo,
3. y la capital del Estado actual se encuentre en el territorio del ente histórico.

Estos criterios han dado lugar a dos tipos de entes.
a) Los formados por ampliación: aquellos que, como Castilla tras la toma de Granada, Rusia en su expansión siberiana, Inglaterra tras su unión con Escocia o Rumanía tras la anexión de Transilvania, han alcanzado el 75 % de su territorio en un proceso, normalmente progresivo, de ampliación.
b) Los formados por secesión: aquellos que han pasado a cumplir las condiciones anteriores de forma sobrevenida al convertirse en soberanos tras una separación de un ente más amplio: Suecia tras su salida de la la Unión de Kalmar, Países Bajos tras conquistar su independencia del Imperio Español o Eslovaquia tras la separación de Checoslovaquia.

Y una última decisión metodológica, quizás la más cuestionable (y no porque las otras no lo sean). ¿Qué hacer con las pérdidas temporales de soberanía? Sería absurdo reiniciar la cuenta de la soberanía italiana por el lapso que esta le fue arrebatada durante la II Guerra Mundial pero igualmente absurdo sería considerar que la soberanía italiana es continuadora de aquella otra del Imperio Romano desaparecido hace un milenio y medio. Como por algún lado había que cortar, y en el mismo afán de tener un criterio objetivo y único para todos los casos, he tomado el límite temporal de los 100 años para considerar que se mantiene la continuidad.