domingo, 13 de marzo de 2011

La Verdad de Ágora

El otro día vi Ágora y me gustó mucho. No entiendo las críticas que se han vertido contra ella y sospecho que muchas tienen inconfesables motivaciones ideológicas. Es un film de bellas imágenes, estupendas actuaciones, un ritmo muy bien mantenido y equilibrio entre la veracidad histórica y el compromiso del autor.

Se trata de un hermoso alegato por la razón, la cordura y la pasión por el saber. Contra el oscurantismo religioso, y la manipulación de los curas. Sobre el drama de la verdad atrapada en el cepo del politiqueo.

Pero hay una reflexión cuya dimensión no es plenamente captada en la película. Y es la de porqué el cristianismo gana tantos adeptos. La respuesta no está oculta, la tenemos constantemente ante nuestras narices: porque libera a los esclavos. Porque, claro, es muy bonito contar la historia de un esclavo enamorado de su ama, pero lo cierto es que ésa no era la función principal de los esclavos.

El cristianismo oscureció las mentes y atacó la razón, pero ello debería hacernos pensar: ¿de qué sirven las luces de la ciencia a quienes están privados de su libertad? ¡Qué poca cosa es al final la razón si es privilegio de aquellos que pueden vivir del trabajo de sus esclavos!

Pensar la ciencia y la razón como algo abstracto, que está por encima de las condiciones sociales que las producen, es hacerles un flaco favor. Es condenarlas a estar siempre a la defensiva, a sentirse acosadas por la "plebe", a buscar refugio en espacios libres de la agitación social, bajo el paraguas, con frecuencia, del poder y sus intereses espurios. Un triste destino, alejado en la práctica del ideal de la reflexión pura, de la búsqueda de la Verdad por amor a la Verdad.

Dicho esto, me reitero en que la película es una delicia...

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