viernes, 26 de marzo de 2010

Divagando sobre la dicha y el amor

¿Cómo se podría amar si no hubiera al menos una pizca de desdicha?
... se pregunta Simon*. Esta pregunta, a primera vista contradictoria y absurda, de repente cobra un sentido. Si fuéramos plenamente dichosos, ¿acaso necesitaríamos algo más que a nosotros mismos? ¿Qué es el amor sino necesitar al otro? Lo necesitamos precisamente porque nos falta algo: es siempre fruto de una ausencia, de una carencia.

Y nunca se podrá encontrar plenitud en el amor, porque, momento en el que se encuentre, éste desaparecerá. La atracción es un proceso, existe mientras exista una fuerza que lo impulsa.

Al colmar la sed, ésta desaparece. Pretender que siga existiendo se vuelve algo inútil, compulsivo y pernicioso: como comer cuando ya se ha saciado, dormir cuando ya se está descansado, o seguir bebiendo cuando uno ya está borracho.

La única manera, por tanto, de hacer durar el amor es no permitir nunca que la dicha sea plena. Porque entonces es cuando se agota. Seamos siempre un poquito desdichados para que siempre nos quede algo por delante. Para que siempre haya algo mejor esperándonos a la vuelta de la esquina.

Evidentemente más de uno necesitaría el consejo inverso: dejar de rehuir la dicha o de buscar la infelicidad. Pero eso ya es otro asunto...

*personaje de Robert Walser en "Los Hermanos Tanner"

No hay comentarios: