lunes, 13 de febrero de 2012

Historia al servicio del pesimismo antropológico

La Historia, en tanto ciencia y no mera historiografía, es una disciplina analítica, reveladora de las relaciones causales e incluso dotada de una cierta capacidad predictiva.

La Historia es una ciencia absolutamente necesaria. Sin ella, estamos irremediablemente condenados a la impotencia, al bucle de los mismos errores una y otra vez. A acumular quizás (bienes, conocimientos...), pero sin progresar, sin ser más racionales y conscientes.

Pero en manos conservadoras la Historia, en lugar de ayudarnos a avanzar hacia donde queremos, se convierte en el medio para hacer que nos quedemos donde estamos. Sazonada de pesimismo antropológico, de teologías basada en el pecado original o de individualismo metodológico, proclama que el ser humano es incorregible y que más vale lo malo conocido...

Se convierte en una teoría de largo alcance que intenta convencernos de que el ser humano ha sido siempre igual de insolidario y egoísta, un lobo para sus hermanos. Niega que pueda existir progreso alguno. Afirma que siempre y en todas partes ha prevalecido la guerra de todos contra todos, y que apenas existe un instinto de sociabilidad en nosotros.

Una teoría muy conveniente para algunos, alérgicos a cualquier insinuación de que podamos esforzarnos por ser mejores y actuar en común. También para aquellos, claro, que se sienten cómodos con las cosas tales como están.

Pretende seguir siendo ciencia, pero se vuelve ideología. Porque una ciencia de verdad explica, previene y ayuda. Pero nunca, jamás, una ciencia nos dice lo que no podemos ser.

3 comentarios:

galais dijo...

Russian...yo me considero progre y lo veo NIIIGRO tanto para adelante como para atrás. NO creo que esté en nuestra naturaleza la cooperación más allá de los núcleos familiares/clánicos, y cuando se supera el dilema de la acción colectiva y la tendencia a defraudar es tan RARO que los científicos se dan maña en dar cuenta de ello, mira Axelrod o, mejor aún, la Ostrom. Pero la historia es la historia de los Estados desde que existen, y antes de reinos, condados, señoríos... siempre desde el poder. Y el poder se ha dedicado desde el principio de los tiempos a asegurarse, extenderse... lo que implica conflicto, cuando no guerra...
Yo creo que te estás volviendo hippy conforme se acerca la fecha de nacimiento de Ana.

Antonio dijo...

En primer lugar, salta a la vista que ni todas las personas, ni todas las culturas, ni todas las épocas han sido iguales en lo que a la forma e intensidad del individualismo y de la sociabilidad se refiere. Las diferencias se pueden minimizar para ayudar a dar consistencia a una teoría de largo alcance (como es el pesimismo antropológico), pero el caso es que yo estoy en contra de las teorías de largo alcance. Me parecen ideológicas y preconcebidas: ni todo es negro ni todo es blanco. Y lo más importante: unas veces se ha estado mejor que otras (o "menos mal", eso ya es una cuestión semántica).

En segundo lugar, la Historia es la historia de dinámicas sociales y no solamente de unidades administrativas. Esa historia de las sociedades es eminentemente una historia de la tensión, de la dialéctica entre la cooperación y la competición. Pero incluso centrándonos solamente en las unidades administrativas, su expansión ha significado al mismo tiempo guerra hacia el exterior y pacificación hacia el interior. Un territorio unificado bajo una sola férula es más pacífico que uno desgarrado por feudos en pugna. Eso no lo digo como argumento contra el pesimismo antropológico (porque obviamente no se trata de altruismo), simplemente para discutirte tu visión de la Historia.

En tercer lugar, proliferan los ejemplos de cooperación más allá de los núcleos familiares. Las guerras, sin ir más lejos, son buenos ejemplos de esfuerzos colectivos. O la conquista del Estado de Bienestar, que fue un enorme esfuerzo colectivo de la clase trabajadora.

Claro que todo se puede analizar desde la perspectiva del poder y esforzarse por ignorar cómo la solidaridad y el respeto han movido a miles y a millones, desde lo más grande hasta lo más pequeño de la vida cotidiana. Pero con demasiada frecuencia lo que hay detrás de ese esfuerzo son ganas de justificar el propio egoísmo. Lo que conduce a una profecía autocumplida: cuantos más se apuntan al pesimismo antropológico, más se hace este realidad.

Yo no soy un optimista antropológico. Simplemente estoy indignado de cómo nos están metiendo a presión la ideología de que estamos solos, de que solo vale el individuo y de que, por lo tanto, no nos queda otra que pisar a los demás para ser alguien. El ser humano es un animal social, pero a diferencia de los demás animales de una u otra forma sociales (sobre todo, mamíferos e insectos) nuestra sociabilidad es altamente maleable. Nuestras formas de agregación -tribu, explotación familiar agraria, urbe imperial, nación, ideología universalista- es variable a través de la historia, nunca irreversible, siempre condicionada por dinámicas socio-culturales y por el grado y la forma de conciencia colectiva presente en cada momento. Pero algo tan sencillo como "guardarnos las espaldas los unos a los otros" siempre ha caracterizado nuestra convivencia.

Vamos, que el pesimismo antropológico me parece una simpleza y además una simpleza ideológica, perniciosa y, en algunos casos, malintencionada. Y que ojalá la gente se volviera más altruista a medida que se acerca el nacimiento de su hijo, pero me da a mi que no...

Lo que sí es verdad, quizás, es que estoy más sensibilizado que nunca con la necesidad de guarderías, escuelas y clínicas públicas... Pero creo que antes de eso ya defendía la necesidad de acción colectiva.

Besos!

manipulador de alimentos dijo...

Muy interesante esta última aportación. Un saludo!!!